La gran mayoría nunca ha sido discipulada. La gran mayoría ni siquiera sabe lo que es realmente discipular. La mayoría piensa que si asiste a los servicios de la Iglesia y da su diezmo, está cumpliendo con sus deberes de cristiano. Esto, ni siquiera es el comienzo de lo que hace un discípulo de Jesús. Un discípulo de Jesús camina con el Maestro, habla del Maestro, vive la vida del Maestro en todo tiempo y todo lugar. Conoce la Palabra, y no es tan solo oidor de ella, sino hacedor de lo que la Biblia enseña.
Un discípulo de Jesús, es fiel al mandato de “hacer discípulos”. Así como el Maestro ha invertido Su vida en él, el discípulo invierte la suya en la vida de otro, convirtiéndolo en un verdadero seguidor de Jesús. Este es el plan maestro de Jesús en ganar al mundo: Una persona a la vez.
En el cristianismo hoy, sucede lo mismo que en la sociedad: Muchas personas nacen, pero nunca llegan a ser personas productivas, ciudadanos ejemplares. Esto se debe a la mala educación que reciben en el hogar (por padres que no cumplen sus deberes), y en la sociedad (por gobernantes que se preocupan únicamente por su propio bienestar económico). Con el tiempo las cosas se van empeorando, pues, nadie se preocupa por nadie, sino que cada quien se preocupa por sí mismo.
