¡Es cien mil veces más fácil destruir que edificar! Edificar requiere un costo, determinación, aprecio, cuidado y protección. Destruir solo requiere un mazo y una actitud negativa. Entre más fea la actitud, más fácil y rápido se vienen para abajo las cosas.
La razón por la cual Dios nos ha dado una estructura; la razón por la cual quiere que todos nos perfeccionemos para la obra del ministerio; es para la edificación de nuestra Iglesia, la cual es el cuerpo de Cristo, del cual los que hemos recibido a Jesús como Salvador, siguiéndole en bautismo, somos miembros. Esto no es algo que se debe tomar a la ligera. Necesitamos comprender que lo que le hacemos a la Iglesia, se lo hacemos a Dios.