Mas los
filisteos le echaron mano, y le sacaron los ojos, y le llevaron a Gaza; y le
ataron con cadenas para que molie-se en la cárcel. -Jueces 16:21
Cuando leo esto, siento náusea. Me pregunto, “¿Cómo es
que Sansón pudo haber sido tan bobo como para caer de una manera tan
insensata?” ¡Sabía que Dalila ya le había traicionado tres veces, y aun en así,
cae la cuarta vez! ¡Que bobo! ¿Qué pensaba él? ¿Pensaba que los filisteos,
teniendo la oportunidad de apresarle, le harían cosquillas? ¡Ay, Sansón! ¡Qué
bruto!
¿Saben cuántas veces se repite la historia de Sansón a
diario en nuestra propia vida? Y allí vamos de regreso, confiando en el mundo,
pensando que esta vez sí podemos confiar en él, solo para que se burle de
nosotros una vez más.
Niños del Club Infantil, Jóvenes Discípulos de Intino,
Líderes de Centros De Acción, héroes de nuestra Iglesia que juegan con su
testimonio, para ser apresados y ridiculizados por el enemigo, dejando a la
congregación con la náusea y pregunta: ¿Cómo pudo haber pasado esto?
Mis hermanos, la
historia de Sansón se encuentra en la Biblia por una razón. Así como este juez
de Israel tenía que haber protegido su cabello, asi nosotros tenemos que cuidar
nuestro testimonio. De la misma manera que Dalila enamoró a Sansón por
beneficio propio, así nuestro mundo intentará enamorarnos. No porque nos ama,
sino porque nos desea destruir. Velemos, oremos, y peleemos uña y diente para
cuidar nuestro testimo-nio. Sin testimonio, quedamos iguales que Sansón cuando
le cortaron el cabello. El que tiene oído para oír - ¡oiga, por favor!
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