Si decidiéramos cambiar algo falso por algo verdadero, se podría comprender. Igual, si cambiáramos algo inferior por algo superior, tendría sentido. Pero, cambiar algo verdadero por una imitación o una realidad por algo falso, pues, sería una locura.
Dime tú, ¿en qué cabeza cabe que cambiáramos al Dios verdadero por un dios falso? ¿Por qué íbamos, tú y yo, a inclinarnos ante un dios impotente que no tiene la capacidad de salvarnos. ¿Locura, no?
La gente incrédula se aferra a sus dioses impotentes, protegiéndolos en bancos y en otros lugares donde estarán seguros, cuidándolos para que nada les pase. Nuestro Dios no necesita de nuestra protección. Se protege a sí mismo, y a todos los que creemos en Él. ¿Cambiarle por algo inferior? ¿Nosotros? ¡Qué ridículo!
Si decidiéramos cambiar algo falso por algo verdadero, se podría comprender. Igual, si cambiáramos algo inferior por algo superior, tendría sentido. Pero, cambiar algo verdadero por una imitación o una realidad por algo falso, pues, sería una locura.
ResponderEliminarDime tú, ¿en qué cabeza cabe que cambiáramos al Dios verdadero por un dios falso? ¿Por qué íbamos, tú y yo, a inclinarnos ante un dios impotente que no tiene la capacidad de salvarnos. ¿Locura, no?
La gente incrédula se aferra a sus dioses impotentes, protegiéndolos en bancos y en otros lugares donde estarán seguros, cuidándolos para que nada les pase. Nuestro Dios no necesita de nuestra protección. Se protege a sí mismo, y a todos los que creemos en Él. ¿Cambiarle por algo inferior? ¿Nosotros? ¡Qué ridículo!