El amor de Dios para con nosotros es
increíble, pero, esa no es la pregunta. La pregunta es: ¿Cuánto amamos a Dios?
Siervos del Señor, aman a Dios.
Gálatas 5:13 dice, “Porque vosotros,
hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como
ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros.” Había un
pensar erróneo en Galacia de que la salvación se obtenía por medio de una
mezcla de fe con obras. Pablo les hace ver que es únicamente por fe. Nuestro
servicio como “siervos del Señor”, lo brindamos no para ganarnos la salvación,
sino por puro amor a Dios. Observen conmigo tres cosas en nuestro texto.
(1) El amor a Dios, hará que seamos Sus
siervos, aunque estemos libres. “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis
llamados”. Debido a todo lo que el Señor ha hecho para nosotros, aunque libres
para hacer lo que deseemos, diremos como el apóstol Pedro, “Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.” El amor de Él, en nosotros, nos
motivará a servirle con todo nuestro corazón.
(2) El amor a Dios, hará que nos
dediquemos a lo espiritual. “Solamente que no uséis la libertad como ocasión
para la carne”. Aunque no perdemos nuestra naturaleza carnal al recibir a
Jesús, algo maravilloso sucedió en nosotros ese día: ¡Nacimos de nuevo! Y esta
vez, de simiente de Dios. Obtuvimos una naturaleza espiritual, de parte de
Dios, que nos impulsa dedicarnos a Él, Su Reino, Su Iglesia, y nuestra familia
espiritual. Esta naturaleza hará que amemos menos las cosas que no tienen valor
eterno, para dedicarnos a las cosas que realmente importan.
(3) El amar a Dios, hará que sirvamos a
los demás. “Sino servíos por amor los unos a los otros”. Sabiendo que Dios no
desea que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento, nuestro
amor a Él, causará en nosotros el mismo sentir que hubo en nuestro Señor
Jesucristo. Moveremos cielo y tierra con tal de traer al inconverso al pie del
Calvario, para que pueda encontrar la misma libertad que Dios nos ha dado en
Cristo Jesús.
Los creyentes tenemos la misma lucha
contra nuestra naturaleza carnal. Nosotros mismos nos caemos mal cuando le
fallamos a nuestro Señor. En vez de presumir y mostrar un aire de superioridad,
¿no sería mejor humillarnos, reconocer quienes somos, y motivarnos los unos a
los otros a brindar un mejor servicio a Dios en demostración de nuestro amor
hacia Él? Verdaderos “siervos del Señor” aman a Dios.
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