Después de todo lo que Jesús ha hecho
por mi; ¿con qué cara le preguntaría, “Y yo por qué”, cuando me enviara a hacer
discípulos? Mi contestación debería ser, “¡Claro que sí, Señor! Si no yo,
¿quién?”
Hebreos 12:2 dice, “Puestos los ojos en
Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él
sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de
Dios.”
(1) Estamos aquí para servir a Jesús. Si
es a Él quien vamos a servir, entonces tengamos nuestra mirada fija en Él. Si
lo perdemos de vista, ¿cómo le servimos? Nuestros ojos deben estar siempre en
Él. Mantener nuestros ojos en Él significa que estamos atentos a Su voluntad.
Cada vez que desviamos la mirada de Jesús, nos enfocamos en las cosas del
mundo. Cuando esto sucede, se disminuye nuestra fe y las cosas (como “caminar
sobre las aguas”), se vuelven imposibles y nos hundimos al igual que el apóstol
Pedro. Al mantener los ojos en Jesús, nuestra misión se simplifica. Al quitarle
la vista, se complica. ¡Bastante!
(2) Sabemos que no será fácil. Por
simple y sencilla que fuera la misión, no es fácil. No es fácil porque hay un
enemigo que lucha en nuestra contra. Ese enemigo tiene una fuerte influencia
sobre la parte de nosotros que está ligado al mundo, o sea, nuestro cuerpo
físico. Es lo que nosotros llamamos: Naturaleza Carnal. El mismo Señor
Jesucristo nos exhorta a velar y orar, haciéndonos ver que el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil, y si no tenemos cuidado,
caeremos en tentación (Mateo 26:41). Nosotros sabemos que estamos en una
guerra. Es una guerra fuerte del bien en contra del mal. No será fácil
pelearla. Nadie ha dicho que sería fácil.
(3) Sabemos lo que viene después. ¿Qué
fue lo que ayudó a Jesús sufrir todo lo que sufrió por nosotros? Nuestro texto
dice, “el gozo puesto delante de Él”. El obrar nuestra salvación, ver el
engrandecimiento del Reino, ver realizada la voluntad del Padre y entregarnos
vida eterna; todas estas cosas hicieron mas tolerables todo lo que padeció por
nosotros mientras estuvo aquí en la tierra. Jesús sabía que iba a sufrir estas
cosas antes de venir al mundo. Sabía lo que pasaría si venía, y también sabía
lo que pasaría si no venía. Tú y yo también sabemos. Bien sabemos lo que nos
espera en el cielo. Bien sabemos lo que le espera a todos aquellos quienes no
tienen a Jesús en su corazón. Esto de saber lo que nos espera en el cielo por
la eternidad, debería motivarnos a estar dispuestos a sufrir (mientras estamos
aquí en la tierra), muchas cosas. ¿Qué es un poco de sufrimiento en comparación
a todo lo que Él tiene preparado para nosotros?
¿Quién va a servir a Jesús? ¿Quién es el
que más ha experimentado Su perdón? ¿Quién es el que más ha beneficiado de Su
sacrificio en la cruz? ¿Quién es el que más le debe respeto, fidelidad, amor y
servicio? ¿Quién es el que más agradecido debiera estar por la oportunidad de
servirle las vienticuatro horas al día, siete días de la semana? Si no yo,
¿quién?
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