Los cristianos deben someterse a la autoridad del gobierno bajo el cual viven, obedeciendo sus leyes (salvo en casos en que éstas se oponen a las leyes de Dios), respetando a los oficiales del gobierno, pagando los impuestos, rindiendo servicio militar y orando por el bienestar de la nación y sus líderes (Romanos, 13.1-7; 1 Pedro 2:13-,17; 1 Timoteo 2.1-2).
La autoridad civil no debe interferir en los asuntos de la conciencia ni estorbar a las instituciones religiosas (Hechos 4.18-20) sino que debe asegurar a todo ciudadano el ejercicio libre de sus convicciones religiosas.
Las iglesias no deben ser subvencionadas por el gobierno, pero pueden ser exentas de los impuestos sobre la propiedad y el dinero usado por la iglesia para el bien común a través de la adoración, la educación o la benevolencia.
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